Hacia ya diez semanas que habíamos nacido y ya éramos unos lobos jóvenes y grandes. El sol no había salido aún pero yo ya estaba despierto, la nieve se derritió a finales de febrero y mamá nos prometió que saldríamos de la madriguera . Estaba tan impaciente que no había pegado ojo en toda la noche y aún debían faltar unas horas para el amanecer. De pronto, vi una sombra blanca entre los árboles. Me levanté y, haciendo acopio de todo mi valor, me dirigí hacía la arboleda. Entonces descubrí a Annhoa sentada en el suelo y junto a ella, un jabalí muerto.
La miré con mis ojos dorados teñidos de miedo y ella me devolvió la mirada. Tenía el hocico y sus garras manchados de sangre (seguramente del jabalí) y un trozo de carne en la boca. Temblando como un bebé, me giré y fui corriendo hacia mi madriguera.
Cuando entré, mi madre se levantó y me dirigió una mirada entristecida y preocupada. Tiritando, me acerqué a ella y me apreté contra su pecho, cansado y excitado, esperando el amanecer.
Me despertaron mis hermanos, impacientes, cuando el sol ya se alzaba un poco sobre los árboles. Todos con el corazón lleno de alegría, salimos a tropezones del agujero, siguiendo a nuestra madre. El sol bañaba el valle y era el mejor día para conocer el resto de la manada. No era muy numerosa porque el invierno había sido duro y muchos habían muerto pero sí que teníamos un gran territorio.
Nuestra madre nos llevó a un lugar apartado donde una hembra y un macho jóvenes descansaban al sol. Nos miraron los dos a coro y mi madre se puso frente a nosotros:
- Estos son vuestros hermanos, Suka y Amani. Los dos nacieron hace tres meses y mañana participarán en su primera cacería.
- ¿Que tal chicos?- dijo Amani acercándose a ellos con aire divertido- ¿ vendréis a vernos?
- Sí! Claro que sí!
Después de disfrutar unas horas con nuestros hermanos, seguimos nuestro camino. La manada estaba compuesta por dos lobos ( Fagnor y Lazan), una loba (Kaisha) y tres cachorros más ( Sabith, Zafía y Andra) .
Los lobeznos eran hijos de Annhoa y Rasha; Sabith y Andra eran dos machos pardos como su padre y Zafía era de color canela claro y tenia los ojos azules como dos zafiros, de ahí su nombre.
- Mama, ¿ una hembra que pertenece a una manada puede cazar sola?- pregunté yo al acordarme súbitamente de Annahoa.
- Sí, si tiene suerte puede cazar una presa sola pero si no la comparte con la manada será mal visto en su tribu y tendrá que marcharse si teme que la maten.
- ¿Y si es ella es la que manda en la tribu?
- ¿A que vienen esas preguntas, Zar?
- Nada, es que se me ha ocurrido que…
- Ningún lobo haría tal cosa, por muy rufián que sea.